La última fada: novela inédita: 04
Al salir al patio de armas vio Isayo una contrahecha figura, que tenía del diestro a dos caballos enjaezados para jornada, sobre cuya grupa pendían repletas alforjas. Porque todo eso de que los caballeros andantes no comían y no se preparaban a las caminatas por riscos y breñas llevando alguna refacción y reparo en el estómago, es fantasía. Por mucho que las fadas protegiesen a Isayo, él no era un espíritu puro, sino un arrogante y viril mancebo, y no sería buen comienzo de fazañas morirse de hambre. Uno de los caballos era de magnífica estampa; el otro, menos gallardo pero recio y fuerte. -Caballero, amo mío -dijo el contrahecho-, aquí tienes a tu escudero fiel y a tu corcel de batalla, que se llama Azor, como yo he por nombre Tronco. Y me llaman así porque soy un tronco mal formado, y me adorna una joroba doble. Pero cata que de entendimiento no soy corcobado, y sé donde el zapato me aprieta. Cabalga, pues, caballero, y los ángeles caminantes nos guíen. Un momento...
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