La república -Libro X
X I. -Y por cierto -dije- que tengo en la mente muchas otras razones para suponer que la ciudad que fundábamos es la mejor que pueda darse; pero lo afirmo sobre todo cuando pongo mi atención en lo que toca a la poesía. -¿Y qué es ello? -preguntó. -Que no hemos de admitir en ningún modo poesía alguna que sea imitativa; y ahora paréceme a mí que se me muestra esto mayormente y con más claridad, una vez analizada la diversidad de las especies del alma. -¿Cómo lo entiendes? -Para hablar ante vosotros -porque no creo que vayáis a delatarme a los autores trágicos y los demás poetas imitativos-, todas esas obras parecen causar estragos en la mente de cuantos las oyen si no tienen como contraveneno el conocimiento de su verdadera índole. -¿Y qué es lo que piensas -dijo- para hablar así? -Habrá que decirlo -contesté-; aunque un cierto cariño y reverencia que desde niño siento por Homero me embaraza en lo que voy a decir, porque, a no dudarlo, él ha sido el primer...
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