Guerra y Paz IV
I De vuelta de la campaña, Nicolás Rostov fue recibido en Moscú por su familia como el mejor de los hijos, como un héroe, como el querido Nikolenka. Para todas sus amistades era un joven respetuoso, amable y gentil, un guapo teniente de húsares, muy buen bailarín y uno de los mejores partidos de Moscú. Los Rostov se trataban con todo Moscú. El Conde estaba bien de dinero aquel año, pues había hipotecado por segunda vez todas sus tierras. Nicolás, que pudo comprarse un buen caballo y encargarse unos pantalones a la última moda, como aún no se habían visto en Moscú, y unas botas elegantísimas y puntiagudas, con pequeñas espuelas de plata, pasaba el tiempo muy divertido. El joven, al vivir de nuevo en su casa, experimentaba la agradable sensación de acostumbrarse, después de la ausencia, a las antiguas condiciones de vida. Parecíale que se había vuelto muy marcial y que había crecido. Su disgusto a causa de la mala nota que le dieron en religión, él préstamo que...
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