El parásito del tren: 3
none Pág. 3 de 4 El parásito del tren Vicente Blasco Ibáñez Todos los sábados hacia el viaje del mismo modo. Esperaba el tren a su salida de Albacete, saltaba a un estribo, con riesgo de ser despedazado; corría por fuera todos los vagones, buscando un departamento vacío, y en las estaciones apeábase poco antes de la llegada, y volvía a subir después de la salida: siempre mudando de sitio para evitar la vigilancia de los empleados, unas malas almas enemigas de los pobres. -Pero ¿adónde vas? -le dije-. ¿Por qué haces este viaje, exponiéndote a morir despedazado? Iba a pasar el domingo con su familia. ¡Cosas de pobre! Él trabajaba algo en Albacete y su mujer servia en un pueblo. El hambre los había separado. Al principio, hacia el viaje a pie; toda una noche de marcha; y cuando llegaba por la mañana, caía rendido, sin ganas de hablar con su mujer ni de jugar con los chicos. Pero ya se había despabilado, ya no tenia miedo, y hacia el viaje tan ricamente...
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