El final de Norma: Cuarta parte: Capítulo IX
El final de Norma Capítulo IX: Todo inútil de Pedro Antonio de Alarcón -¡Deteneos!... -gritó Alberto al penetrar en el sagrado recinto. Brunilda, Rurico de Cálix, el conde Gustavo, el sacerdote, el notario y los testigos, únicas personas que había en aquel lugar, volvieron la cabeza admirados. Rurico vio a Alberto, y reconoció en él al hombre del desafío. Brunilda no lo conocía, pero presintió algo extraordinario. Entonces apareció Serafín. Al verlo Brunilda; al hallarlo allí, cuando lo creía en medio de los mares; al pensar que quebrantaba todos sus juramentos; al contemplar de nuevo al que era su vida, su alma, su único amor, sintió enojo, sorpresa, dicha, desesperación y cuanto no pudiéramos explicar. -¡Serafín! -exclamó, cayendo en brazos de su tío. -¡Serafín! -repitió Rurico, que lo creía muerto hacía dos meses. -¡Caballero! -exclamó el conde Gustavo lleno de indignación. Pero Serafín no existía más que para Brunilda. La miraba...
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