Ana Karenina VII: Capítulo XI
Ana KareninaSéptima parte: Capítulo XI de León Tolstoi «¡Qué mujer tan extraordinaria, tan simpática y digna de compasión!», pensaba Levin mientras salía, acompañado de Esteban Arkadievich, al aire frío de la calle. –¿Qué te ha parecido? ¿No te lo dije yo? –preguntó Oblonsky, observando que su cuñado estaba completamente entregado al recuerdo de Ana. –Sí –contestó Levin pensativo–. Es una mujer extraordinaria. No sólo es inteligente sino, también, de una admirable cordialidad. La compadezco con toda el alma. –Ahora, si Dios quiere, todo se arreglará. Y puesto que ves lo que te ha pasado en este caso, en adelante no formes juicios prematuros sobre la gente –añadió Esteban Arkadievich en tanto que abría la puerta de su carruaje. –Y adiós –se despidió–, que vamos por caminos diferentes. Levin se dirigió a su casa, en la que entró sin dejar de pensar en Ana, en la conversación tan sencilla que con ella había tenido, en todos los...
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